Antes de nada pedirles disculpas a ustedes que me leen por lo mal redactada que pudiera estar esta carta y es que no es costumbre entre la zapatillas que aprendamos a leer y escribir, pero el mio es un caso excepcional y lo reconozco.
Perdonen también mi falta de educación al no haberme presentado algo que intento subsanar ahora mismo. No tengo nombre, sería algo absurdo ponerle nombre a una zapatilla aunque quizá nos hiciera un poquito mas felices, pero soy la zapatilla izquierda de un par de Asics Gel, en concreto del modelo que mi amo llama “las rojas”.
Mis recuerdos empiezan al final de una línea de producción de donde unas manos enguantadas me sacan y me meten en una caja. Instantes después en la caja introducen otra zapatilla igual que yo. Observándola bien me doy cuenta que es como si me mirara en un espejo, yo aturdida no acierto a decir nada y ella reacciona antes que yo diciéndome “Hola soy la zapatilla derecha, pero puedes llamarme ZD”. Yo sigo sin poder decir nada y ella sigue: “Tu eres la zapatilla izquierda, creo que vamos a vivir la vida juntas”.
Nos ponemos a hablar e intentamos reunir las piezas del puzzle que será nuestra vida. Parece ser que vamos destinadas a gente que dedica su tiempo libre a correr.
Parece ser que ZD ha oído en su línea de producción que esta gente tiene la costumbre de cuidarnos muy bien e incluso de no lavarnos para no hacernos daño ni envejecer prematuramente.
Mientras ponemos a la orden del día nuestras vidas, un día se abre la tapa de la caja y una chica rubia de ojos muy azules se asoma cogiendo a ZD y apretando los cordones le dice a alguien que no alcanzo a ver:
- Toma pruébatela. ¿quieres probarte también la otra?
Los nervios me invaden, siento como mariposas en la plantilla. Las manos suaves de la chica de ojos azules me toman, me aprietan los cordones y me pasan a otras manos no tan suaves pero que me cogen con cariño.
Yo solo podía murmurar: “que sea corredor, que sea corredor”, mientras espero el momento de que introduzca el pie en mi.
Eso es lo que hace, se levanta y da unos pequeños pasos, dejándose caer sobre mi para valorarme.
Saca su pie de mi y me coge para sopesarme. Tengo mucho miedo cuando oigo que dice: “me las llevo”.
Nos vuelven a meter en la caja y ZD y yo reímos como niñas. Hemos pasado la primera prueba de fuego.
Ese mismo día hemos de pasar la segunda prueba, salir a correr.
Recuerdo con que cariño no cogió, nos colocó los cordones atados en cruz, nos olió, introdujo sus pies en nosotras y ató los cordones con suavidad. Siento todavía el tacto de los calcetines sin costuras.
También siento los primeros rayos de sol de mi vida y el rugoso asfalto.
Empiezo a notar como los pasos se alargan y la cadencia. Noto mas presión sobre la planta y lo bien que amortigua los golpes.
Siento en aire introducirse entre la tela de rejilla que nos envuelve.
Huelo la hierba que tan cerca de mi pasa y siento su roce. Oigo a los coches pasar. Escucho como mi amo habla con otros compañeros. Veo como mi amo mira lo blanca y reluciente que estoy el primer día.
Entre todo este torbellino de sensaciones me había olvidado de ZD, la miro y me guiña el ojo: Todo va bien.
Después de un tiempo que no pude precisar por las emociones, volvimos a casa. Me desató los cordones me cogió y nos dijo: “Vosotras tendréis gloria”.
Nos metió en un armario donde vimos a más compañeras nuestras: Las naranjas y las azules y otras de otra especie Las Adidas. Todas estaban viejas pero contentas porque a pesar de su edad y su estado, el amo las sacaba a pasear de vez en cuando para que vieran la luz del dia. El amo las habia cuidado bien.
Paso el tiempo y recuerdo el primer día que llovía. Yo no conocía esa sensación de frescor. Notar el suelo resbaladizo, tenia que apretar los suela sobre el suelo para que no resbalar y que se hiciera daño Diego. Pero fue una sensación muy agradable.
¿Cómo me entere que se llama Diego? Su madre no dejaba de decirle “Diego pon las zapatillas en su sitio y juntas”. Porque esa si que era una costumbre de el, nunca nos dejaba en el armario, siempre en la habitación.
Esta costumbre a mi me gustaba por muchas cosas pero sobre todo porque no estaba en la oscuridad. No es que me asuste la oscuridad, es que hay tantas cosas que ver y aprender aquí afuera.
Otro de los motivos era porque en su desorden siempre dejaba cerca de mi un libro. Cuando acababa el día y antes de dormir lee un poco. Cuando apaga la luz deja el libro en el suelo, al lado de nosotras, y mientras ZD se pasa la noche hablando con los zapatos, yo leo esos libros.
Es allí donde he aprendido a navegar con barcos piratas, he conocido a Aureliano Buendía, he apreciado la inteligencia de Hannibal Lecter, la bondad y la amistad sin limites del Conde de Montecristo. He ido de aventuras con Los Tres Mosqueteros, he aprendido filosofía e historia, pero los que mas me han gustado han sido los libros de arte, Uffff cuantas cosas bonitas hay en el mundo.
Un día vino acompañado y su compañía traía unos zapatos preciosos. Ese día no leyó pero yo tampoco. Me pasé la noche hablando con los zapatos.
Era unos zapatos de un suela que yo nunca había visto, parece ser que se llamaba tacones. Eran de una rejilla que se llamaba cuero. Y era muy estrechos y acabados en punta.
Venia de ciudades que yo nunca había oído, me hablaba de ellas y me contaba sus aventuras. Me pasé la noche embobada Que grande debe ser el mundo y que lleno de cosas para ver. ¿no se acabará nunca?
Cuando amaneció la compañía me cogió entre sus manos y le dijo a Diego: “No entiendo nada de zapatillas, tendrás que enseñarme”.
- Es sencillo – dijo el- solo tienes que sentir que sean cómodas y que tu pie se enamore de ellas.
-
ZD y yo no cabíamos en nosotras de alegría, sus pies estaban enamorados de nosotras!!!!
La compañía paso sus dedos sobre nosotros y otra vez sentimos ese tacto suave, pero este era distinto. Estaba lleno de algo que no conocemos ni ZD ni yo pero se fue contenta porque sabia que cuidábamos esos pies.
Un día los entrenamientos eran mas intensos y mas continuados. Días mas duros, hiciera calor, frio, lluvia...
Cuando su madre nos sacó de la habitación para llevarnos al armario, como odio ese momento, las azules nos dijeron: “Vais a correr un Maratón”.
Era el momento soñado de todas las zapatillas, esa era nuestra gloria.
Durante ese periodo de tiempo vimos muchas ciudades, muchos sitios bonitos, muchos pueblos que nos acogían con cariño. Oímos muchos aplausos y muchos ánimos
El día del maratón los pies de Diego estaban nerviosos, los notamos temblar dentro de nosotros, también ellos iban a vivir su día mas importante.
Cuatro horas después, doloridas pero contentas, cruzábamos la línea de meta. Los pies y nosotras éramos inmensamente felices y sabemos que Diego y la gente que le rodea también lo eran.
Y así llegamos hasta el día de hoy, donde nos sigue usando y cuidando. Donde nos enseña nuevas ciudades, el otro día estuvimos en una muy bonita con castillo y todo.
Yo por mi parte sigo leyendo, ahora estoy leyendo la vida del señor que escribió sobre Aureliano Buendía, un tal García Márquez.
Yo ya dejo de contarles mi vida que bastante tendrán con la suya.
Nos vemos las zapatillas de ustedes, ZD y yo por alguno de esos caminos. Espero que llegue ese momento.